La sequía extrema que azota a El Mezquital, Durango, ha llevado a sus comunidades indígenas a enfrentar una situación crítica: caminar horas para conseguir agua potable. Esta región, históricamente marginada, ahora sufre uno de los efectos más severos del cambio climático en México. Lejos de las grandes ciudades y sin acceso a caminos adecuados, sus habitantes recorren hasta dos horas a lomo de mula para obtener un simple garrafón de agua.
Este fenómeno no solo ha dejado a miles sin acceso directo al líquido vital. También ha intensificado otros problemas sociales y económicos, convirtiéndose en una crisis de subsistencia. Las soluciones provisionales no bastan, y el abandono institucional ha agravado aún más la situación.
Una crisis que va más allá de la falta de agua
El impacto de la sequía extrema en El Mezquital no se limita a la escasez de agua potable. El medio ambiente también está colapsando. Manantiales que alguna vez abastecieron a las comunidades se han secado por completo. Además, los incendios forestales han destruido zonas de captación natural, disminuyendo aún más la disponibilidad del recurso.

Asimismo, la muerte de ganado se ha convertido en una escena habitual. Para muchas familias, estas pérdidas representan su única fuente de alimentación e ingresos. De igual forma, las cosechas han fracasado en gran medida, lo que deja sin sustento a los pequeños productores. Esta situación compromete la seguridad alimentaria de cientos de personas.
Como explicó el diputado local Bernabé Aguilar, la imposibilidad de aplicar un programa de distribución por pipas agrava el problema. Debido a que muchas localidades no cuentan con caminos transitables, llevar agua se vuelve una tarea casi imposible. Por ello, algunas comunidades han optado por sistemas improvisados con mangueras y tinacos. Sin embargo, estas medidas no solucionan la emergencia.
Este fenómeno no solo ha dejado a miles sin acceso directo al líquido vital. También ha intensificado otros problemas sociales y económicos, convirtiéndose en una crisis de subsistencia. Las soluciones provisionales no bastan, y el abandono institucional ha agravado aún más la situación.

Caminos largos, soluciones escasas
Mientras tanto, los habitantes de El Mezquital deben adaptarse a una realidad cada vez más dura. En muchas localidades, las familias caminan entre una y dos horas diarias para conseguir agua. Lo hacen cargando garrafones o en animales de carga, muchas veces bajo un sol implacable. Para ellos, el agua ya no es un derecho básico, sino un lujo que requiere gran esfuerzo físico y tiempo.
A pesar de la gravedad de la situación, la respuesta institucional ha sido limitada. Aunque se han lanzado llamados a los tres niveles de gobierno, las acciones concretas han sido pocas y tardías. Esta sequía extrema evidencia la falta de estrategias estructurales para enfrentar la crisis climática en zonas marginadas.
No basta con reconocer el problema. Es necesario implementar políticas de adaptación que incluyan la captación de agua de lluvia, tecnologías sustentables y una inversión real en infraestructura rural. De lo contrario, las consecuencias serán irreversibles.
Reflexión final: el agua como derecho, no como privilegio
La sequía extrema en El Mezquital representa una dolorosa muestra de la desigualdad climática en México. Mientras en zonas urbanas se desperdicia el agua, comunidades enteras deben luchar diariamente por unos cuantos litros. Esta realidad exige una respuesta inmediata, humana y eficiente por parte de las autoridades.
Es indispensable que el agua se garantice como un derecho y no como un privilegio. Si bien el cambio climático es un fenómeno global, sus efectos más duros recaen sobre quienes menos tienen. Por ello, atender esta crisis no solo es un acto de justicia ambiental, sino también de dignidad humana. El Mezquital no puede seguir esperando.
Add comment