La agua en CDMX se ha vuelto un recurso cada vez más escaso, provocando preocupación entre sus más de 21 millones de habitantes. Aunque el problema no es nuevo, en los últimos años se ha intensificado debido a una combinación de factores ambientales, sociales y de infraestructura. La escasez de agua no es solo una cuestión de falta de lluvia, sino también de cómo gestionamos este recurso vital.
Sobreexplotación y distribución desigual del agua en CDMX
Uno de los principales motivos de la escasez de agua en CDMX es la sobreexplotación de sus fuentes subterráneas. Actualmente, se extraen aproximadamente 55 metros cúbicos por segundo, mientras que solo se recargan 25 metros cúbicos en ese mismo lapso. Esta diferencia genera un grave déficit hídrico que afecta directamente a la sostenibilidad del sistema. Además, el agua que se extrae no siempre es apta para el consumo, ya que puede contener metales pesados como plomo y arsénico, además de otros contaminantes emergentes.

No obstante, la cantidad de agua disponible no se distribuye de manera equitativa. En alcaldías como Benito Juárez o Miguel Hidalgo, casi toda la población cuenta con agua entubada. En contraste, zonas como Milpa Alta o Tláhuac enfrentan interrupciones frecuentes y falta de infraestructura. Esta disparidad refleja un problema estructural de acceso, donde quienes más lo necesitan reciben menos.
A esto se suma la pérdida de zonas de recarga natural. El crecimiento urbano, la venta de terrenos y los cambios en el uso del suelo han reducido la capacidad de absorción del agua de lluvia. Las áreas verdes y agrícolas, fundamentales para el ciclo hidrológico, están siendo reemplazadas por concreto. La agua en CDMX no solo es insuficiente, sino que también está atrapada en un modelo urbano insostenible.

Cambio climático y mala gestión del recurso
El cambio climático ha alterado drásticamente los patrones de lluvia en México. En 2020, se registraron precipitaciones muy por debajo del promedio, y las proyecciones para los años siguientes no son alentadoras. Menos lluvias significa menos recarga para las presas y acuíferos. Las tres principales presas del Sistema Cutzamala (El Bosque, Valle de Bravo y Villa Victoria) han mostrado niveles históricamente bajos, afectando directamente el suministro de agua en CDMX.
Además del clima, la mala gestión del recurso agrava el problema. Se pierde hasta un 40% del agua potable en fugas antes de llegar a los hogares. Muchas redes de distribución son antiguas y no han recibido mantenimiento adecuado. Por si fuera poco, la falta de coordinación entre los gobiernos locales y estatales dificulta la implementación de soluciones integrales.
La crisis del agua en CDMX también está relacionada con un modelo de consumo poco eficiente. El uso excesivo en actividades domésticas, industriales y agrícolas, sin tecnologías de ahorro ni educación ambiental, perpetúa el problema. La captación de agua de lluvia y el reúso de aguas residuales siguen siendo prácticas poco extendidas, a pesar de su gran potencial.
Reflexiones finales: hacia una cultura del agua
La escasez de agua en CDMX es un problema complejo que requiere una respuesta multifactorial. No basta con esperar más lluvias o construir nuevas presas. Es necesario repensar la manera en que usamos y valoramos el agua. La protección de zonas de recarga, la modernización de la infraestructura, la educación ambiental y la justicia hídrica deben formar parte de una estrategia integral.
Si no se toman medidas urgentes, el déficit hídrico se agravará en los próximos años. La agua en CDMX debe ser vista como un recurso limitado que demanda una gestión responsable, equitativa y sostenible. Solo con la participación activa de ciudadanos, autoridades y sectores productivos podremos garantizar su disponibilidad para las futuras generaciones.
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