Como mencionamos, para crear agua deben de estar presentes átomos de hidrógeno y átomos de oxígeno. Pero meterlos en un tazón y mezclaros con una cuchara de madera no es suficiente. Sus electrones deben de unirse en la misma órbita, para lo cual se requiere una cantidad muy grande de energía. Debido a la naturaleza combustible del hidrógeno y flamable del oxígeno, se requiere una chispa repentina y ¡bam! Tenemos agua.

Sin embargo, esto puede venir con consecuencias. Con esta chispa y esta unión de átomos, también viene una explosión. Dependiendo del tamaño de la prueba, puede resultar una explosión mortal. El dirigible Hindenburg, por ejemplo, estaba relleno de hidrógeno puro. Una combinación de esto, una descarga de electricidad estática y del oxígeno que había en el ambiente a su alrededor provocaron su explosión en mayo de 1937. Mucha agua se creó en esta explosión, pero también murieron 36 personas.